dilluns, de novembre 09, 2009

Güento de Brújulos y Burbújulas

Habíase una vez un brújulo imantado que pululaba por su hogar en busca de un punto de fuga tal vez situado cerca del sud-oeste.
Era un mayo de martes, lo sé porque me lo he inventado, que es la única forma plaosible de conocemento, cuando una burbújula exasperante exhaló una pompa de jalón y abrió una ventera de la lar del larguirucho lelo brujulado.
- Ola. – Dijo él.
- Brisa. – Contestó ella.
- ¿Que hacés? – Pregunto él.
- Nadar. – Contesto ella. – ¿Y vos qué hacés? – Inquiordió.
- Deshago. – Se le acudió al mozo. – ¿Quieres pasar? – Incvitó.
- Gracias no. Me place quedarme. – Croqueteó ella. - ¿O prefieres que pase?
- No pases nunca. – Se urgió, sin pasarse.
Tras largas hordas de burbrújulismos varios, se pararon todos los relogos del tiemplo.

¿Logo qué? ¿Se ca(n)saron? ¿Tuvieron Fijos?
Qué importa agora. No es este un cuento de pardas, sino un güento de brújulos y burbújulas.