dimarts, de novembre 28, 2006

¿Descartes, guionista de Groucho Marx?

Aunque no haya tenido acceso a sus primeros tratados no pondré en duda la capacidad de René como esgrimista.
Sus aportaciones matemáticas me pueden parecer sobrevaloradas pero resultan, en todo caso, remarcables.
Considerar sus méritos filosóficos me lleva, inevitablemente, al escepticismo.

Descartes empieza con la duda metódica que consiste en considerar falso todo aquéllo de lo que pudiera dudar.
Demuestra con considerable solidez la falibilidad de los sentidos y la posibilidad de confundir vigilia y sueño, quedando sólo las verdades matemáticas y geométricas como fiables.

Y es en este punto cuando introduce la hipótesi del genio maligno, que podría engañar de tal modo que hiciera parecer clara y distinta la geometría y la matemática pero que en realidad también estas fueran falsas.
Claro que si tal genio pudiera existir también podría hacer que nos pareciera necesariamente válido el principio de no contradicción, pero que en realidad nos encontremos ante un nuevo engaño.
Entonces tal vez pudieramos a la vez ser y no ser. Y Descartes pudiera pensar pero no existir. O existir pero no pensar.
Si llevamos al escepticismo a éste nivel nos encontramos ante el fin de todo conocimiento y filosofía posibles.

En cualquier caso la elucubración más brillante de Descartes sea, sin duda (metódica), la demostración de la existencia de Diós.
Diós existe porque Descartes lo ve claro y distinto.
Mola, ¿no?
Hay que decir, en su defensa, que Descartes demuestra que si Diós existe lo que él vea clara y distintamente es cierto.
Esto es como decir que si yo nunca me equivoco siempre tengo razón. Y si yo siempre tengo razón nunca me equivoco. Por lo tanto yo siempre tengo razón y nunca me equivoco (?!)
Bonita falacia circular.

La existencia del supremo, por otro lado, no puede identificarse con la hipótesi del genio maligno (también conocido como Mátrix) puesto que Diós es bueno y perfecto y engañar a Descartes (y de paso al resto de los mortales) estaría mal.
Es decir, que a Diós es omnipotente siempre y cuando a Descartes le parezca bien lo que hace. Me imagino a René en la capilla sixtina picándole la mano a Diós y diciéndole "nene caca, esto no se toca, malo malo".
Así que el señor no puede ser engañador porque a Descartes eso le parecería mal, y todo el mundo sabe que la voluntad omnipotente del supremo está sujeta a la valoración ética y estética del cartesiano.

No contento con todo esto Descartes llega a afirmar que resulta más seguro, más fiable y más "fácil" creer en Diós, tal y como él demuestra su existencia, que confiar en la dudosa información que obtenemos a través de los engañosos, imperfectos y falibles sentidos.

Sólo le faltó ponerse unas gafas de pasta con cejas y bigotes postizos, mirar a cámara y preguntar: "pero a quién va usted a creer? ¿A mi o a sus propios ojos?"

3 comentaris:

Anònim ha dit...

Mira tus argumentos, tu forma de redactarlos y en fín tu sublime critica a Descartes no me ha parecido mas cojonuda porque al fin y al cabo lo admiro, admiro su poder de persuasión y su forma de abogar por la razón en una época dificil para ello pero no obstante, si existe dios ha de estar entre tus lineas

Anònim ha dit...

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